Falta poco tiempo para que comience el Mundial y yo estoy emocionada, jaja, como si me gustara el fútbol. En realidad este deporte nunca ha sido de mucho interés para mí pero los mundiales, esos sí que me entusiasman. En estos días me preguntaba por qué si no me gusta el fútbol y escasamente sé diferenciar cuando un equipo mete gol, el mundial me genera esta emoción.
Pensando pensando mi mente me llevó a una niña de seis años, casi siete, sentada en el tocador de su mamá viendo atenta cada partido del Mundial de España 82, y sí. esa niña era yo. Lo más importante de eso es el motivo por el cual veía atenta cada partido, mi papá se había ido al Mundial y en cada uno de los estadios yo tenía la esperanza de ubicar, entre la inmensidad de la gente que presenciaba el juego a ese hombre crespito, a mi papito bonito.
Pues sí, en esta semana, treinta y tantos años después descubrí que esa es la razón de esta emoción que me invade. Sin saberlo, año tras año, cada cuatro años he continuado con esa alegría, el corazón que palpita, las risas, los gritos... claro, este año está Colombia y eso también lo hace bonito pero definitivamente mi razón es mucho más que el deporte, creo que, es mi manera silenciosa de recordarlo a él.
La conclusión que me queda de esto es que aquellos que han sido importantes en tu vida permanecen ahí, siempre, aunque a veces creas que olvidaste algo, quien y lo que te enseñó siempre están por ahí, lo bonito de todo esto es que te haces consciente en el momento preciso, él y yo sabemos perfectamente por qué lo digo.
Y bueno... que disfrutemos el Mundial, y ojalá que a Colombia le vaya muy bien...
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